Bas Jan Ader estaba muy triste y no nos podía decir por qué. Julio Cortázar, por el otro lado, nos dio instrucciones para llorar de manera correcta.
En 1970, el artista conceptual holandés, Bas Jan Ader creó una obra artística titulada I’m too sad to tell you, la cual incluía un video de tres minutos en blanco y negro, fotografías y postales que lo representaban llorando por una razón desconocida. La película de tres minutos fue presentada en Clermont College y la postal, extraída de una de las tomas de la película, fue enviada a varios de sus amigos, de una manera similar a On Kawara y sus telegramas, pero sin un sentido de abstracción inherente en una frase como “I’m still alive”. La frase de On Kawara, no decía mucho del estado del artista. La frase de Bas Jan Ader, por el contrario, describe exactamente el estado emocional de él, pero sin dar la razón. El filme original se perdió y fue recreado en 1971. El video que actualmente conocemos es esta segunda adaptación de diez minutos y que fue editado para durar solo tres. En esta versión, no hay ni una introducción ni una conclusión, sólo se buscó enseñar al artista en sus momentos de mayor sufrimiento.
La imagen de Bas Jan Ader llorando es fuerte ya que, incluso para los estándares de la sociedad actual, ver a un hombre en un estado de desconsuelo es anómalo; pero hay algo muy atractivo en esto. Quizá sea el ver al artista en un momento vulnerable, por el que todos hemos pasado. Quizá sea que recuerda la idea del artista melancólico. Quizá sea la toma elegante de su rostro en blanco y negro, sin sonido. Es difícil señalar qué es lo que hay de atractivo en esta obra. Sin embargo, hay algo en esto que inmediatamente captura la vista del espectador.
No obstante, hay un elemento de falta de sinceridad. El crear un elemento de misterio, al decir que está demasiado triste para contarnos por qué llora, crea una enorme distancia con el espectador. Es en este momento cuando uno se pregunta qué tan real es esta circunstancia. A pesar, de que es una actuación, se vuelve difícil para el espectador conectarse con la obra.
La obra sigue casi al pie de la letra las “Instrucciones para llorar” de Julio Cortázar. El video comienza de una forma sutil, sin que el “llanto que no ingrese en escándalo.” Esto es proseguido por una “contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos”. A pesar de que no se escuche el sonido espasmódico, uno puede imaginárselo al ver el video. Finalmente, una vez “llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro.” Es curioso que incluso el video sigue la sugerencia del escritor de cuánto debe durar este acto, cuando dice “duración media del llanto, tres minutos.”
Si el artista leyó el texto de Cortázar o no, es irrelevante. El texto nos sirve para darnos una idea de que la obra sigue el estándar de un llanto. Dado esto, Bas Jan Ader se encuentra en una línea delgada, entre una acción poética sincera en la que no sabemos por qué llora y una acción melodramática y falsa, creada por la obviedad de la pieza y por el hecho de que se ha repetido varias veces. No obstante, la obra sigue siendo muy atractiva y cautiva a la audiencia con su misterio.