El adjetivo “extravagante” se usa para describir algo que está fuera del orden común, algo que es raro, algo disparatado que en algunos casos se puede ver con humor y que, sin importar el paso de los años, esta palabra sirve para describirlo. Meret Oppenheim es una artista ligada al Surrealismo y mientras tiene muchas obras, hay una en particular que funciona a la perfección para explicar lo que es extravagante, Objet (Déjeuner en fourrure).
Objet (Déjeuner en fourrure) es una pieza que consiste de una taza de té, un plato y una cuchara de porcelana cubiertos de piel de gacela china. El contexto en el que hizo la pieza o de dónde surgió su inspiración son detalles innecesarios para el espectador quien, al verla, inmediatamente queda cautivado por su rareza, al tiempo que lo perturba al parecer un objeto salido de una pesadilla. Su extrañeza reside en ser un objeto mundano que, al ser cubierto de piel, pierde su cotidianidad y funcionalidad; disipando así su identidad en el contexto de lo ordinario.
La taza de té resulta disparatada, ya que crea una combinación curiosa de mensajes y asociaciones. Por un lado, la piel hace alusión a la naturaleza y a los animales; mientras que la taza de té con su plato y cuchara hacen alusión a la idea de civilización y etiqueta occidental. Por el otro lado, recuerda a las mujeres burguesas que, cubiertas de pieles, toman el té con sus amigas mientras intrigan a las ausentes. A su vez, combina dos materiales incompatibles que juegan con el tacto y el gusto: la piel y la porcelana. La piel pasa de ser algo agradable a algo terrible, en el momento en el que uno se da cuenta que quien intente tomar de esa taza sentirá la piel mojada en sus labios, lo cual resulta desagradable -e incluso gracioso por lo ridículo que es.
En el arte, tener una cualidad extravagante puede ser benéfico al lograr que algo mundano, presentado fuera de contexto, tiene el poder de retar a la razón y hacer al espectador pensar de nuevas maneras.
Objet (Déjeuner en fourrure) de Meret Oppenheim es una obra que cautiva al espectador, lo pone a pensar y a cuestionar la realidad, sin importar el hecho de que es una pieza con más de ochenta años. La extravagancia es una excelente cualidad que pueden tener las obras ya que no sólo las hace llamativas y reflexivas, sino que las mantiene trascendentes.